miércoles, 3 de agosto de 2011

Apuntalar la espera: algunas consideraciones sobre la densidad distópica



    Quizás la obra de Carlos Vargas La espera, 2010, me sepa a Borges, Tarkovsky (sonoro), o Bergman, por esa densidad espacio-temporal que convierte a los personajes en objetos de la situación. El hecho de que su propuesta vaya acompañada de música comporta el signo de estos tiempos, pura concatenación de planos lingüísticos en torno a la “industria cultural” que,  aunque en su caso utilice voces célebres, acentúa el impasse de la tardomodernidad. El carácter alegórico de esta aparente dilación aquiescente esconde una efervescencia acantonada en cada uno de los flancos humanos relacionados con la satisfacción espiritual y material, que por consuetudinaria se diagrama como distopía.

    No es cuestión de quejas, resentimientos, o pasividades. Se trata en esta expectación de entregarse al tiempo en todo su esplendor, en un entrenamiento continuo dentro de esa laxitud que nos permite leer las coordenadas precisas, sin prisas, pero sin pausas. Mansedumbre impostada, cajón de bateo, atalaya que desde el arte nos sabe a degustación. Como diría la frase: “No guts… no glory”.

   Su propuesta para la IV Bienal de Arte No Visual, a pesar de no haber obtenido lauros, resultaba una de las que mejor interpretaba la necesaria ósmosis de los órdenes internos y externos para una percepción otra,  prefigurada en una mirada integradora de todos los sentidos humanos. Densa espera en una mecedora mientras se arremolinan miles de caprichos que podemos visualizar desde ahora ya resueltos.

Amalina Bomnin
Curadora de la IV Bienal de Arte No Visual